Y yo caí

Enamorado de la moda juvenil

De los precios y rebajas que yo vi

Enamorado de ti

Sí, yo caí

Enamorado de la moda juvenil

De los chicos, de las chicas, de los maniquís

Enamorado de ti

 

Radio Futura

 

Parodiando a cierto poeta maldito, mencionaré que a Gustavo Turizo, Turi, como era conocido por sus amigos, lo encontré por primera vez en la Escuela de Bellas Artes, a mediados de los ya lejanos años ochenta. Y aunque su llamativo look andrógino y sus delicadas maneras atrajeron mi atención poderosamente, mi primera reacción fue huir, atemorizado por la animosidad que el colectivo heteronormativo sentía hacia los artistas homosexuales, debido a su florecimiento artístico inexorable. No obstante, pronto comenzó a fraguarse una profunda amistad que se consolidó con el paso del tiempo, hasta alcanzar la cercanía de los últimos años. Los años maravillosos.

 

Tocado irremediablemente por el estro desde niño, Turizo nace en Barranquilla en 1963. Poseedor de un extraordinario talento y una aguzada visión, se gradúa como Maestro en Artes Plásticas de la Universidad del Atlántico con una tesislaureada, titulada Suburbia. Seguidamente, se dedica a consolidar una obra brillante, que lo lleva a convertirse rápidamente en una de las figuras más relevantes del ámbito artístico de la región y el país. En 1995, gana el VII Salón Regional de Artistas, lo que le permite viajar a Washington y a Nueva York, su ciudad fetiche, ampliando ostensiblemente su mirada y moldeando firmemente su carácter.

 

Con la alegre gama de los rosas como parte primordial de su colorida paleta, y con el kitsch, el pop, el cine, la televisión, los libros, la música y el homoerotismo como mayores influencias, su inspiradora propuesta artística ostenta una mordacidad premonitoria, adelantada por mucho a la de sus contemporáneos. En este sentido, en el capítulo, Lo incorrecto de Gustavo Turizo, de su libro inédito, La Escuela y el Arte en Barranquilla. 1976-2015, el crítico Álvaro Medina señala lo siguiente: «A partir de sus consideraciones podemos entrar en el análisis y la valoración de un artista que pudo sucumbir al impulso de acatar la moda del momento, pero se rebeló y procedió con tal creatividad y seriedad que supo ubicar su producción personal con relación al quehacer que la tradición le legaba». Medina continúa más adelante: «…con Turizo estamos ante el artista ético, el artista que no se escuda en subterfugios con la pretensión de ocultar prácticas comerciales y publicitarias evidentes, concebidas al ritmo del mercado. Una salida así de fácil no era posible para él, porque su obra tenía un carácter autobiográfico y de lucha por una causa, dos razones de peso para evitar la falsedad y la tergiversación».

 

Gracias a su bilingüismo, Turizo acostumbraba devorar todas las publicaciones extranjeras que cayeran en sus manos: Art in America, Interview y Rolling Stone eran sus favoritas. En una época donde la Internet era aún incipiente, estas revistas le permitían conectarse con el mundo para estar siempre actualizado. Vivía a horcajadas entre dos culturas, ya que podía fluir como pez en el agua, tanto en las altas esferas del arte capitalino, como en el delirante ambiente gay de recónditas discotecas underground. Era un influencer, cuando todavía no existía el concepto, marcando siempre la última tendencia de la moda donde quiera que iba. Solía decir, un poco en serio un poco en broma, que prefería la comida chatarra, las golosinas, las chocolatinas, las bebidas gaseosas y todo lo que tuviera color y sabor artificial, preferiblemente producto de una compañía multinacional. «Yo también soy superficialmente profundo y profundamente superficial», declaraba entre risas, citando a su siempre admirado maestro, Andy Warhol.

 

Hedonista nato,tomaba la vida de un modo casual, viviendo intensamente cada minuto, como si supiera que su paso por este plano iba a ser breve y que su verdadero lugar estaba en la eternidad. Lastimosamente, Gustavo Turizo nos dejó muy joven, dejando una obra a medio terminar y un profundo vacío en la escena artística de la ciudad. Esta muestra no sólo pretende visibilizar su legado o rendir un homenaje a la memoria de uno de los egresados más sobresalientes del Programa de Artes Plásticas, sino que plantea un diálogo franco con otros artistas afines a él, aquellos con los que convivió en vida, y especialmente con los jóvenes estudiantes y egresados de la actualidad. Sin presentirlo ni proponérselo, Turizo dejó incubada la semilla de la que germinó fortalecida una generación de nóveles y bizarros discípulos, que, al igual que él, trasiegan aún hoy por arriesgados linderos, bregando incansables por posesionar al arte LGBT+ de la Región Caribe, en el espacio que justamente se merece.

 

Fernando Castillejo